ROGE GÓMEZ
Elvis Antonio se puso su primer disfraz a la edad de 13 años. Antes no había sucedido nada. Después, tampoco. A veces, sólo a veces, un hombre parece resumir en sí mismo el final de todo un siglo. Desde luego no es el caso de nuestro personaje, que vive en una espiral de inane y feliz borrachera, de indolente drogadicción, atrapado en el Oeste rural español de los 90, donde las noches disolutas sólo se distinguen si las culmina arrastrándose por el suelo bailando Suspicious Minds.
Pero hoy, la infernal resaca es diferente: en la puerta hay dos maderos; su mejor amigo, el Honrado, ha aparecido ahorcado. Es hora, quizá, de recolocarse el tupé.