GSUS BONILLA
Gsús Bonilla ha dejado de creer en la amabilidad del policía, en el poso humano que bien pudiera emerger en la noche del que acollara. De ahí que nos meta en su estómago (otro miembro de la secta, el más agradecido) con la advertencia de ¡cuidado, muerde! La distancia con el que golpea, detiene o tortura crece en las preguntas del poeta y con el lenguaje del dolor y la ternura: En la llanura enharinada de la hogaza se agita quien ve al animal y se sabe desperdicio, comida para perros.
Sin embargo, sabemos que no son perros. Son sólo disciplinada gente de uniforme. Puede que hijos, padres, esposos o amigos ejemplares. En todo caso, en nada diferentes a cualquier burócrata o asesino de oficina: huecos, sumisos, hiper rebajados de empatía, sí. Pero son gente tremendamente normal. Obedecen como los esclavos y los niños. Cumplen con su deber como aquellos de allá atrás, y al llegar a casa se lavan sin culpa como Poncio Pilatos. Como Eichmann coordinan esfuerzos para una solución final. No incumplen ningún de los 10 mandamientos. El tribunal que pueda juzgarlos no se ha creado. Para ello, habría que convertir en virtud el pensamiento y la desobediencia. O practicar la poesía de Gsús Bonilla y hacer del vientre un corazón.