DE HARO RODRÍGUEZ, GUILLERMO
Sólo una minoría de personas consigue trabajar en lo que realmente la apasiona, lo que la mayoría de las personas trabajan no es en los que les gusta sino ahí donde la suerte les quiso colocar.
Sin embargo aun siendo así muchos no nos resignamos y en la medida de nuestras posibilidades, modificamos y moldamos aquello que nos toca hacer, a un puesto de trabajo donde podamos en parte al menos realizarnos como seres humanos.
Algo de esto es lo que hizo Guillermo de Haro, la vida le situó como profesor de economía en la universidad, algo que puede ser mi muy gratificante,
salvo que la economía en vez de a futuros economistas se la tengas que enseñar a señores que quieren ser periodistas, comunicadores audiovisuales o relaciones públicas.
Si, todos estamos de acuerdo que todos deberíamos tener unas nociones de economía, pero es de sospechar que la mejor audiencia para una de esas asignaturas, no son señores que sueñan con emular a Henry Stanley, Steven Spielberg o Richy Castellenos.
Así que tenia dos caminos, dar su clase cobrar su nómina y dejar que la vida colocara a sus alumnos en el lugar que les correspondiera, o romperse la mollera para llevar a sus alumnos, a un en contra de sus deseos, los principios básicos que esconden la economía y explicar por qué es importante el coste marginal o cómo afrontar la deuda nacional.
¿Cómo lo consiguió?
Sorprendiendo a su audiencia, cundo esperaban encontrarse con una tediosa clase con muchas matemáticas y ecuaciones, se encontraron con un señor que a partir de una receta de macarrones comenzaba una discusión que les llevaba a entender la función de producción y los rendimientos crecientes.
Así entre chistes, bromas y ejemplos cotidianos, Guillermo de Haro va despertando el interés por la economía y facilitando la comprensión de abstractos y fundamentales conceptos económicos. Y esta luminosa y original idea funcionó muy bien, la gente adquiría los suficientes rudimentos de la teoría económica, como para evitar que posteriormente no dijeran tantas tonterías y vaciedades como suelen decir los profesionales de esas materias y el profesor, consiguió transformar, lo que pudiera haber sido un calvario aunque eso si con nómina, en un lugar subvencionado, donde desarrollar, por un lado su ingenio y por otro, la enseñanza de todo aquello que se le había encomendado.
Todas esa experiencia, de ejemplos y paradojas las ha trasladado a un comic en blanco y negro (alvoo la portada) con formato 25×17 llamado Ligonomics, que tiene dos partes diferenciadas. 16 capítulos de 4 páginas que tratan aclaran conceptos económicos, y en la segunda parte, breves explicaciones de texto sobre cada capítulo de cómic, con valiosas referencias bibliografías, en el mismo tono y con el mismo enfoque, hasta un total de 96 páginas.